19 de junio de 2007

Almagro sigue en silencio

Posiblemente, con la cercanía del próximo cambio de estación, muchas de las personas que habitualmente leen estas líneas ya tienen la mente puesta en planificar las vacaciones del período estival.

Me voy a permitir, sugerir un destino que no tiene nada que ver con aquellos habituales de sol y playa que se ofertan por doquier. Un lugar donde la historia se hace presente. Estoy hablando de Almagro (Ciudad Real).

Erguida sobre la meseta manchega, en el corazón mismo del Campo de Calatrava, se sitúa Almagro, protagonista durante la formación del Imperio Español y testigo privilegiado de su decadencia.

Tanta historia ha templado la naturaleza de este villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico, que hoy en día es una merecida aspirante al título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Pero algo que la hace especial, es la atmósfera de época pretérita que emana desde cualquiera de sus rincones y se impregna en el alma del visitante.

Pasear por las calles de Almagro invita a sumergirnos en su pasado, en la grandiosidad de sus iglesias y conventos, o en la perfecta traza de su inalterado Barrio Noble. Todo parece inalterable al paso del tiempo, un lugar tranquilo que hasta hace no mucho, estaba revolucionado gracias a la figura de un ciclista.

Era sábado, de un día como hoy, 19 de Junio, del año 1999. Ya hace 8 años. Aquel fatídico día, Manuel Sanroma Valencia (Almagro, 9 de mayo de 1977 – Sant Pere de Rives, 19 de junio de 1999) veía truncada su vida y su incipiente carrera deportiva, por un fatal accidente cuando restaba un kilómetro y medio para la llegada a la meta de la segunda etapa de la Volta a Catalunya.

En una caída donde también dieron con los huesos en el asfalto corredores como Svorada y Planckaert, que no sufrieron ninguna herida de gravedad, el ciclista manchego por desgracia golpeó su cabeza con el bordillo de la carretera y perdió mucha sangre falleciendo poco después camino del hospital.

El ciclista estaba enrolado en las filas del modesto equipo Fuenlabrada. Hijo del carnicero con puesto en el mercado municipal de Almagro, Sanromá comenzó en el deporte del pedal de la mano del Club Ciclista Almagreño, animado por su padre, gran aficionado, que también fue ciclista en su juventud, aunque nunca se dedicó a ello de manera profesional, si bien consiguió numerosos triunfos en competiciones de carácter provincial y regional.

Se inició junto a su hermano Jerónimo, en el ciclismo siendo un niño, y en el año 1999 debutaba en el profesionalismo, aunque ya un año antes, subió al escalafón profesional mediada la temporada. En tan pequeño período de tiempo, el infortunado ciclista ya empezaba a destacar como gran velocista, especialmente a raíz de su triunfo ante “Il Capo Canioneri” del momento en la Vuelta Ciclista a Valencia, Mario Cipolllini, el gran ídolo del ciclista manchego.

La popularidad de Sanroma, iba creciendo pedalada a pedalada, y en Almagro especialmente y en la provincia de Ciudad Real en general, se seguían todas las pruebas en las que tomaba parte.

Su tarjeta de presentación en el mundo del ciclismo profesional, la puso en el año 1998, cuando en Julio debutaba en el GP de Getxo clasificándose en la cuarta posición.

En su corta trayectoria como profesional, en la que no estuvo ni tan siquiera un año natural, había acumulado un buen número de victorias en pruebas tales como la Vuelta a Venezuela, Vuelta al Alentejo, Vuelta a Asturias y Vuelta a Valencia.

Esto había atraído el interés de otros equipos y se estaba convirtiendo en uno de los ciclistas más codiciados del pelotón nacional. Pero a pesar de ésto, Sanroma quiso ser fiel a sus descubridores, a Maximino Pérez y a la escuela de Fuenlabrada y prueba de ello es que tenía pensado estampar su firma el día 25, en un contrato que le iba a unir al equipo durante tres temporadas más.

Un contrato que jamás de llegó a firmar, y en el que tampoco pudo disfrutar del flamante coche, que cuatro días antes, le había regalado el técnico del equipo saldando así la deuda de principios de temporada, en la cual se apostaron un automóvil si el malogrado corredora ganaba más de cinco pruebas en la temporada del año 1999.

El ciclista no se creía lo que le estaba pasando, puesto que un joven y recién llegado al ciclismo profesional, era la estrella de un equipo modesto, en el que todo el conjunto estaba a su disposición, y estaba obteniendo tanto él como el propio equipo mayor repercusión que otros conjuntos con ciclistas consagrados y mayor poder económico. Estaba como un chaval con zapatos nuevos, y en la salida de la prueba en la que trágicamente encontró la muerte, no dejaba de repetir, que estaba deseoso de que llegara el día 28 para poder coger el regalo en forma de automóvil.

Pero aquello jamás sucedió, y fueron varios miles de personas las que despidieron en Almagro los restos mortales del ciclista. Se paralizó la vida cotidiana en señal de duelo, permanecido incluso los establecimientos comerciales cerrados, en uno de los días más tristes que se recuerdan en la localidad manchega.

El féretro, rodeado de numerosas coronas, fue portado a hombros desde la capilla ardiente hasta la iglesia donde se ofició el funeral y de ésta hasta el cementerio por varios amigos y compañeros de los clubes ciclistas Fuenlabrada y Almagreño. También asistieron al sepelio los directores deportivos de varios equipos, compañeros de profesión deportiva y algunos antiguos ciclistas como Pedro Delgado, Anselmo Fuerte y Eduardo Chozas que no quisieron faltar a la despedida del ciclista.

Antes de ser enterrado el joven ciclista, el consejero de Educación y Cultura de la Junta, Justo Zambrana, le impuso la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha al Mérito Deportivo. El secretario de Estado para el Deporte, Francisco Villar, firmó la concesión de la Medalla de Plata de la Real Orden del Mérito Deportivo a título póstumo, que días más tarde recibieron sus familiares.

Y también, después de varios años, sentenciaron a los organizadores de la Volta a Cataluña a indemnizar a la familia de Manolo Sanroma con un total de 132.154 euros, por la falta de previsión en la seguridad de la carrera.

Desde aquel día, aunque se recuerda a través de pruebas ciclistas la memoria del ciclista, y se observan en diferentes establecimientos la figura del ciclista en fotografías y recortes de prensa, la vida de Almagro sigue estando tan apacible, tranquila y serena, como lo ha estado a lo largo de los siglos.

Un día como hoy, aquel imberbe ciclista que convulsionaba la vida sosegada de sus vecinos con sus actuaciones, dejaba este mundo. Valgan estas líneas para recordar la figura de un ciclista que podía haber cambiado el signo del tradicional perfil ciclista de los últimos tiempos, en el que se minusvalora a este lado de los Pirineos a todo aquel ciclista catalogado como sprinter.

14 de junio de 2007

Erythraia pedalea menos

A nadie se le escapa que el ciclismo concita menos atención de un tiempo a esta parte. Cada uno tiene su propio motivo para alejarse paulatinamente del deporte de la bicicleta, pero es una circunstancia que ocurre en prácticamente cualquier rincón del planeta a pesar del interés que puedan guardar por el ciclismo.

Siempre se han identificado nítidamente diferentes y localizadas regiones como lugares en los que la pasión que despierta el ciclismo no tiene parangón con ningún otro deporte. La región de Flandes dentro de Bélgica se ha visto como lugar donde se vive con inusitada pasión el ciclismo y dentro de una óptica más cercana, Euskadi, ha sido y sigue siendo el referente ciclista dentro de la Península Ibérica.

Sin embargo hay un país, en el que por encima de las regiones antes señaladas, se vive con auténtico furor el deporte del pedal. El país en cuestión tiene por nombre Eritrea.

Antes de 1890, el nombre “Eritrea” no era nada más que la versión italiana de la palabra griega Erythraia, tomada del nombre antiguo del Mar Rojo. Eritrea es un país enclavado en el noreste de África que obtuvo la independencia en el año 1993, siendo uno de los estados independientes más jóvenes de cuantos existen en el planeta. Su territorio delimita con Sudán por el Oeste, Etiopía por el sur y Yibuti al este. La franja noreste del país es una extensa costa en el Mar Rojo.

El territorio de la actual Eritrea siempre había formado parte de imperios y reinos de la región como por ejemplo del legendario Imperio Abisinio, pero fue a partir de 1890 hasta 1941 cuando Italia delimitó y colonizó el territorio. Constituyeron una colonia agrícola en la que construyeron carreteras, vías férreas, puertos y plantaciones, así como en menor medida escuelas y hospitales.

Mussolini invadió Etiopía desde Eritrea en 1936 pero fue derrotado por los aliados en 1941. En ese año, Eritrea pasó a pertenecer a Gran Bretaña hasta que la ONU decidió hacerla una federación con Etiopía en 1952. Las influencias italianas y británicas junto con un grado más alto de desarrollo en Eritrea causaron dificultades en las relaciones con una Etiopía, un país más grande pero menos desarrollado.

En 1962 fue declarada por Etiopía una mera provincia y la resistencia actuó entonces contra el estado etíope, sucediéndose diversos conflictos que se convirtieron en guerra abierta en 1983. Tras cuatro años, y ya bajo control del Frente Popular para la Liberación de Eritrea, en 1987 es declarada de nuevo región autónoma.

Pero no es hasta 1993 cuando obtiene la independencia y se reconoce internacionalmente al país, aunque no evitó los posteriores conflictos territoriales con Yemen en 1996 y con Etiopía de nuevo en 1997 y 2000.

La intervención de la ONU y el establecimiento definitivo de fronteras en abril de 2002 por resolución del Tribunal Internacional de Justicia detuvo temporalmente la guerra, pero Etiopía no ha aceptado aún la resolución presentada por el Tribunal Internacional de Justicia. Por lo tanto la amenaza de guerra entre los dos países aún persiste.

Una de las influencias que dejó el colonialismo italiano fue la afición por el ciclismo y en 1946 se celebró el primer Tour de Eritrea, aunque a diferencia de lo que ocurre en el resto del continente es más conocida por la denominación italiana de Giro de Eritrea. Sólo se pudo disputar en una ocasión ya que la influencia colonial británica bajo la que se encontraba no era el caldo de cultivo ideal para celebrar una prueba ciclista que se había gestado con los años con el beneplácito italiano.

La carrera volvió a recuperarse en el año 2001, nada más y nada menos que 55 años después y encontró en su vencedor a una de las figuras más importantes de la corta historia del país: Habte Weldesimon.

En Eritrea hay todos los fines de semana más de 1000 ciclistas compitiendo a lo largo y ancho de las seis regiones que configuran el país. Incluso en Asmara, la ciudad más poblada de Eritrea, se congregan semanalmente más de 15000 espectadores para presenciar la competición del fin de semana.

Los más importantes ciclistas de las regiones de Anseba, Debub (zona sur), Debubawi Keyih Bahri (costa meridional del Mar Rojo), Semenawi Keyih Bahri (costa septentrional del Mar Rojo), Maakel (zona centro) y Gash-Barka tiene la más importante cita en el Giro de Eritrea que organiza la Federación de Ciclismo del país.

La prueba cuenta con retransmisión televisiva para deleite de los numerosos seguidores que pueblan los bares y lugares de encuentro donde hay aparatos de televisión para seguir diariamente la prueba. El Giro de Eritrea, junto con el Tour de Francia son los dos acontecimientos más seguidos por los telespectadores del país.

De la cifra de 1000 competidores, aproximadamente un número cercano al centenar lo hacen de forma profesional. Con el soporte de las pequeñas regiones/estados y diferentes firmas comerciales, llegar a ser algún día ciclista profesional en Eritrea es el sueño de muchos jóvenes deportistas.

No sólo por lo concerniente a privilegios y popularidad dentro de la población eritrea, sino que el sueldo de un ciclista medio asciende a unos 1200 Nakfa que al cambio pueden ser aproximadamente 60 Euros. Quizá para el occidental la cifra pueda parecer ridícula, pero si tenemos en cuenta que el trabajador eritreo medio cobra de forma anual 100 Euros, se entiende el deseo de muchos jóvenes de pertenecer a esa élite ciclista del país.

A pesar de los privilegios, los ciclistas viven bajo un régimen espartano, concentrados y conviviendo conjuntamente aquellos que de forma habitual representan a una región o son patrocinados por firmas privadas.

El Giro de Eritrea es el gran acontecimiento del año y el público se agolpa en las llegadas y no duda en acercarse a aplaudir el paso de los ciclistas a pesar de que en algunos lugares tengan incluso que pagar por poder contemplar de cerca a sus ídolos. La ronda por etapas tiene aproximadamente un montante de 7.500 Euros en premios, una considerable cantidad a repartir entre los mejor clasificados a lo largo de cada una de las etapas y evidentemente en la general final.

La prueba resulta agonística debido al terreno por el que transcurre la carrera así como por las condiciones ambientales bajo las que se disputa. La geografía de Eritrea es tremendamente singular. Al norte del país, se encuentra una prolongación del macizo etíope con alturas que alcanzan los 2.600 metros y donde se producen las mayores precipitaciones de tipo tropical. El noreste está conformado por una llanura en dirección sur, muy seca. La franja costera da al Mar Rojo con más de 1000 kilómetros de costa, aunque es muy estrecha. Aquí se alcanzan de forma habitual máximas anuales superiores a los 50ºC. En esta zona se encuentra el desierto de Danakil y la depresión de Kobar, situada a 130 metros bajo el nivel del mar.

Pero además de tener que enfrentarse a los rigores de la geografía eritrea a lo largo de más de 1100 kilómetros durante poco más de una semana, existen peligros insospechados para aquellos que no son de la tierra, como por ejemplo los habituales camellos salvajes que cruzan la carretera en estampida haciendo caso omiso a la presencia de los ciclistas o los furibundos monos, que salvajes y agresivos se apostan en ocasiones encaramados a rocas aullando ferozmente, lanzan piedras contra la caravana de la prueba y los propios ciclistas.

Ante todas estas exigencias y obstáculos, Habte Weldesimon ha resultado victorioso en tres ocasiones. La primera fue en 2001 y luego repitió en los años 2003 y 2004.

El año 2003 fue apoteósico para la organización de la prueba liderada por el presidente de la federación, Akilu Lijam. Tal fue el clamor popular y el seguimiento que tuvo la carrera que el país se paralizaba al paso de los ciclistas.

Ante este panorama uno de los equipos occidentales más especiales que existen en el concierto internacional, Marco Polo Cycling Team, reclutó a dos de los mejores ciclistas del país, para llevárselos a competir a Europa, formando parte de un programa de cooperación social existente entre Holanda y Eritrea. Habte Weldesimon y Ephrem Tewelde se dirigieron a Holanda para desde la base de operaciones del equipo ubicada en las cercanías de la conocida ciclísticamente Valkenburg, prepararse para competir en un principio en pruebas de categoría amateur a disputar en Holanda, Bélgica y Alemania.

No lo hicieron mal en la categoría amateur, y los gestores del equipo decidieron que los ciclistas dieran el salto a la categoría profesional. Debutaron en Alemania, concretamente en la Versatel Classic (Dormund) y el Sparkassen Giro (Bochum). Allí se dieron cita no sólo las figuras que venían del Tour de Francia como Erik Zabel (Telecom), Jan Ullrich (Bianchi) o Alessandro Petacchi (Fassa Bortolo) entre otros, sino que acercaron a las localidades miles de aficionados que no querían perderse el debút de los ciclistas de Eritrea.

No lo hicieron mal, e incluso se atrevían a atacar a las primeras de cambio ante la incredulidad de los rivales europeos. Tal fue el buen sabor de boca que dejaron, que transcurrida buena parte de la prueba, en una de las subidas del recorrido, Jan Ullrich no dudó en felicitar a Habte Weldesimon por la carrera que estaba realizando cuando ambos estaban en paralelo dentro del pelotón.

La especial idiosincrasia del Marco Polo Cycling Team, ya de por si atrae a los medios de comunicación, pero en esta ocasión superó con creces las expectativas y no había lugar en el que cuando se hablase de ciclismo no apareciesen los dos nuevos componentes del equipo llegados desde Eritrea.

No alcanzaron grandes cotas deportivas pero no desentonaron en la mayor parte de las pruebas que participaron. Desde Eritrea eran seguidos diariamente y sus andanzas quedaban reflejadas en los periódicos y en la televisión.

Pero un año más tarde las cosas cambiaron. Uno de aquellos chicos que despuntaban con la bicicleta y que sin embargo no tuvo la oportunidad de ir a Europa, iba a marcar un antes y un después en el deporte de Eritrea, ya que su actuación en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 supuso un hito dentro del deporte del joven país.

El ciclista en cuestión respondía al nombre de Zersenay Tadesse, pero ya había dejado de pedalear. Se calzó unas zapatillas y en un relativo corto período de tiempo logro ondear la bandera de Eritrea en el Estadio Olímpico de Atenas al logar la medalla de bronce en la final de los 10000 metros.

El joven, que es el cuarto de siete hermanos, nació en el año 1982 en Adi Bana, dentro de una familia dedicada a la agricultura. Zersenay optó desde muy joven por el ciclismo, como tantos y tantos otros jóvenes en el país. Participó en un buen número de competiciones, incluso se ganó el respeto de los ciclistas del país. Por aquel entonces, su ídolo era Lance Armstrong y soñaba ser como él.

Sin embargo, en el año 2002 decidió probar con el atletismo, se bajó de la bicicleta y se calzó unas zapatillas. Desde la primera carrera observó que podía hacerlo bien, y presentándose en el Campeonato de Eritrea, logró una plaza para el Mundial, donde quedó en la trigésima posición cuando apenas llevaba tres meses corriendo. Había nacido una estrella.

El paso del tiempo, lo ha coronado en este año 2007 como Campeón del Mundo de Cross, derrotando al imbatible Kenenisa Bekele y dándole a su país, el primer título mundial de su historia.

Al joven se le puede ver durante la mitad del año que no pasa en Asmara, la capital de Eritrea, en Madrid, donde tiene fijada su residencia, concretamente en el barrio Moncloa-Aravaca.

En Madrid, Tadesse se ha adaptado perfectamente a su nueva vida. Acostumbrado a la cultura europea e integrado entre sus vecinos madrileños que incluso le tributan homenajes. La admiración y el reconocimiento de la gente con la que convive es diaria, y muchos de sus vecinos se quedan atónitos cuando lo ven vestido de corto ya que imprime mucha velocidad en cada serie de entrenamiento que realiza.

Lo que no ha cambiado de su época ciclista es la vida espartana, que se resume en dormir, comer y entrenar. Un día habitual de Tadesse empieza a las nueve y media de la mañana, para estar a las diez ya corriendo. Después desayuna y vuelve a dormir. Se levanta para comer y vuelta a la cama. Después toca el entrenamiento principal y tras volver, la cena y después de está, de nuevo a dormir. Pocas veces se le podrá ver en un centro comercial, de compras o en el cine.

Tadesse es un héroe nacional, y aunque él diga que el título no le ha cambiado su forma de ser, lo cierto es que en Eritrea no pasa desapercibido en ningún momento. Es un ídolo en su país al que abren paso cuando camina, le paran, le piden autógrafos y le miran de una manera muy especial. Se vuelcan con él, y es que Eritrea se conoce ahora el mundo gracias a él, ya que es su mayor embajador.

Todo país necesita de un símbolo, de una figura o de un acontecimiento que le sitúe en el panorama mundial. Y más si se trata de Eritrea, una nación joven y con escasos recursos para darse a conocer. Tadesse es ese símbolo y es un atleta. Ahora los niños quieren correr y no pedalear, y es que desde que se bajó de la bicicleta y se calzó las zapatillas, Eritrea pedalea menos…

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